Tu amor era infinito
(eso decías)
cuando tus manos ponían
a mi cuello el colgante
del corazón infinito.
No pesaba
(eso sentí)
cuando quedó colocado
en mi cuello de princesa
por tus manos de hombre rana.
Se acabó el infinito
(¡qué final tan esperado!)
y me quedó el collar
en un joyero aparcado.
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